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Ballerina: Una danza letal que encanta, pero tambalea

  • Foto del escritor: Deyvid Hernandez
    Deyvid Hernandez
  • 16 jun
  • 4 Min. de lectura

El mundo de John Wick abre espacio para una nueva historia que dispara con gracia, mientras busca su equilibrio.


Desde su primera aparición, John Wick se convirtió en sinónimo de acción estilizada, precisión letal y una mitología que creció hasta alcanzar estatus de culto. La saga, liderada por Keanu Reeves, no solo redefinió el género con sus coreografías impecables, sino que también dejó una marca indeleble en la cultura pop, elevando al temido “Baba Yaga” como uno de los héroes modernos del cine. Con cada nueva entrega, la franquicia ha demostrado ser un fenómeno taquillero —superando los mil millones de dólares en total— y ahora busca expandir su universo con Ballerina, el primer spin-off protagonizado por Ana de Armas, que hereda la violencia elegante del original, a la par que intenta dejar su propia huella.


La cinta nos presenta la historia de Eve Macarro, una huérfana que, tras el asesinato de su padre, es acogida por la organización criminal Ruska Roma —la misma que entrenó a John Wick— para convertirse en una asesina profesional. Después de una misión que casi le cuesta la vida, Eve descubre una verdad sobre la muerte de su progenitor que la impulsa a retomar su búsqueda de venganza, iniciando un ballet de sangre donde nadie está a salvo, con tal de encontrar al hombre responsable de su sufrimiento familiar.

Entre los aspectos positivos, la actuación de Ana de Armas como protagonista es más que destacada. Con una ferocidad y crudeza únicas, la actriz hispanocubana dota a su personaje de una presencia física imponente que, en cada secuencia de acción, deslumbra en pantalla y "danza" en perfecta armonía con la tensión narrativa del filme. Además, logra que, a diferencia del personaje de Reeves, Eve se sienta más humana y cercana al público, ya que, si bien es una asesina a sangre fría, comete errores, sufre, sangra, llora y se enfurece, despojándose de esa imagen mítica para mostrar a alguien completamente roto que, en medio del caos, persiste con salvajismo para alcanzar sus objetivos, permitiéndole crear su propia identidad y alejándose de la errónea idea de ser una versión femenina de John Wick.


Keanu Reeves, retomando su papel como el mito viviente, también representa un acierto dentro de la cinta. Aunque su participación es breve para centrar el foco en el arco de Eve, su presencia aporta misterio, intriga y epicidad a cada escena, no obstante, conoce su lugar en la narrativa, y lejos de opacar al personaje de Ana de Armas, lo refuerza e incluso lo eleva, permitiendo que el espectador conecte más profundamente con la protagonista.

En cuanto a la narrativa, Ballerina logra evitar perderse dentro del vasto universo de John Wick. A pesar de contar con numerosos guiños y personajes que remiten directamente a la saga original, el director Len Wiseman apuesta por una historia fresca y equilibrada, en la que cada elemento se integra con coherencia al argumento principal, sin sentirse impuesto. Las escenas de acción están a la altura de las expectativas —un aspecto crucial en esta franquicia— y presentan coreografías que, más que ser perfectas, reflejan que Eve aún está en un proceso, mostrando caídas o tropiezos que no restan espectacularidad, sino que humanizan su camino.


En el plano técnico, el film combina con precisión el apartado visual con el musical, otorgando una nueva dimensión a escenarios como el invierno en Praga, que adquiere un tono inquietante gracias a una paleta de colores más oscura y a composiciones dramáticas que refuerzan la tensión, además de brindar ese contraste entre brutalidad y fragilidad que caracteriza a la protagonista.

A pesar de sus logros narrativos y técnicos, la película presenta fallos que impiden que se consolide como el próximo gran hito de la saga. Uno de los errores más evidentes es el desaprovechamiento de los personajes secundarios, ya que, incluso contando con actores de renombre como Norman Reedus, Catalina Sandino, Anjelica Huston e Ian McShane, muchos de ellos carecen de desarrollo real, haciendo que en casos como los de Reedus y Sandino, su presencia resulte tan superficial que lleve a creer al espectador de que tal vez sus personajes podrían haber sido eliminados sin afectar la historia.


Gabriel Byrne, en el rol del Canciller, representa uno de los antagonistas más débiles tanto de la franquicia como del género de acción. Aunque inicia con fuerza como un capo imponente, su presencia se diluye a medida que avanza la trama, ejemplo de ello se refleja en el clímax, que debería ser una confrontación salvaje entre héroe y villano, pero en vez de esto, se torna monótono y carente de impacto, desperdiciando la posibilidad de un cierre memorable. Además, el personaje carece de motivaciones claras y no transmite ni siquiera el gusto por el mal, dejando una interpretación tan plana que parece que el actor no disfrutó el papel.

Finalmente, el ritmo narrativo se posiciona como el mayor talón de Aquiles de la producción. A diferencia de otras películas del género, que pecan por su rapidez, Ballerina falla al no establecer un ritmo definido, brindando momentos en los que la acción se ve diluida por excesivo diálogo, reduciendo la tensión acumulada, y otros donde, en su afán de demostrar su pertenencia al género, se enfoca tanto en la violencia que descuida la construcción narrativa, afectando especialmente al desenlace, que, más que memorable, se percibe abrupto y carente de cierre satisfactorio.


Ballerina no es la obra maestra del universo John Wick, pero tampoco un producto que debemos dejar de lado. Es una pieza que irrumpe con estilo, entregando un personaje protagónico poderoso que demuestra que hay espacio para crecer fuera de la sombra de Keanu Reeves, sin embargo, las fallas en la construcción de su villano, la falta de peso en sus secundarios y un ritmo inconsistente le impiden brillar del todo; aun así, lo que ofrece es suficiente para sostenerse por sí sola y generar expectativa sobre lo que puede venir. Es un primer paso firme, aunque tambaleante, en una nueva dirección que aún necesita mayor pulso para convertirse en algo verdaderamente inolvidable.

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