Jurassic World: Una historia que renace, pero estaba mejor extinta
- Deyvid Hernandez
- hace 4 días
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La nueva entrega del mundo jurásico revive con adrenalina y nostalgia, pero sin la chispa que alguna vez lo hizo inolvidable.
La llegada de Jurassic Park a los cines en 1993 no solo trajo dinosaurios a la gran pantalla, sino que también marcó un antes y después en el cine de aventuras, donde estos salvajes reptiles eran tanto protagonistas como villanos. Su legado, cimentado durante años en el asombro que generan estas bestias en la audiencia, se ha convertido en todo un referente del género, evolucionando hacia un ámbito más moderno con su propia franquicia, Jurassic World, que ha logrado acercar a nuevas generaciones a estos fascinantes animales, tratando de mantener su esencia silvestre. Sin embargo, el camino no ha sido fácil y, en cada intento por recuperar la grandeza del pasado, la saga ha transitado una delgada línea entre el homenaje y el desgaste, algo que se evidencia sobre todo en su más reciente estreno, Jurassic World: Rebirth, una historia que busca diferenciarse, pero que, pese a sus buenas intenciones, no logra rugir con la fuerza que se espera de un gigante cinematográfico.
La cinta transcurre cinco años después de los eventos de Jurassic World: Dominion, donde los dinosaurios conviven con la humanidad, pero, debido a los problemas ambientales de la Tierra, las criaturas se encuentran nuevamente al borde de la extinción y deben migrar a zonas cercanas al ecuador para intentar sobrevivir. Durante este acontecimiento, Zora Bennett, una mercenaria experta en operaciones encubiertas, se verá envuelta en una peligrosa misión para recolectar el ADN de tres mega especies en las antiguas instalaciones de Jurassic Park, con la supuesta intención de salvar vidas. Sin embargo, antes de cumplir con su objetivo, deberá evitar convertirse en presa de estas bestias y enfrentarse a uno de los secretos más oscuros que guarda el parque.
Entre los aspectos positivos, la cinta destaca notablemente por sus efectos especiales. A diferencia de otras producciones similares, el film hace un uso mesurado, pulido y efectivo del CGI, evitando saturar a los espectadores con trucos digitales. En su lugar, aprovecha los entornos naturales, como se aprecia en las escenas con el Mosasaurus y el T-Rex, donde los paisajes de Tailandia y Malta potencian la imponencia y el terror que transmiten estos animales, otorgándole a la producción una estética orgánica que facilita la inmersión del espectador.
El Distortus rex, el gran antagonista, es otro punto a favor. Aunque su presencia en pantalla es limitada, su aparición es efectiva: a diferencia de otros dinosaurios que han protagonizado la saga, este ni siquiera existió, convirtiéndose así en un símbolo viviente del temor a lo desconocido. Su aspecto, que parece una inquietante fusión entre un Xenomorfo y un T-Rex, le otorga un carácter distintivo y memorable. Además, el director Gareth Edwards consigue dotarlo de una "personalidad" propia, es decir, no es que el dinosaurio actúe como un ser humano, pero sí realiza acciones únicas en su especie, lo que refuerza el suspenso y el misterio que lo rodean.

La narrativa, pese a tener momentos de ritmo acelerado, está bien ejecutada, especialmente en las escenas de alta tensión, que cumplen con el objetivo de mantener al espectador al borde del asiento. Aunque no alcanza el impacto visceral de sus antecesoras, evita las muertes estremecedoras para centrarse en el temor a enfrentarse cara a cara con estas criaturas, una perspectiva arriesgada pero funcional. Asimismo, la historia procura otorgar su debido espacio a cada personaje e incluso a los dinosaurios, equilibrando los detalles visuales con precisión y permitiendo que el público empatice con cualquiera de las dos tramas presentes en pantalla, aportando humanidad tanto a los protagonistas como a sus desafíos.
Sin embargo, a pesar de darle un nuevo aire a la franquicia, Jurassic World: Rebirth queda muy por detrás de otras películas de la saga, con sus principales debilidades centradas en las actuaciones, el intento fallido de combinar nostalgia con innovación y el desorden narrativo.

Comenzando por las interpretaciones, Scarlett Johansson encarna a una protagonista audaz, valiente y empoderada, pero más allá de ser una figura ruda, lamentablemente no logra consolidarse como un personaje relevante a medida que avanza la trama. Incluso cuando el filme presenta un trasfondo vulnerable para conectar con su historia, este no pasa de la simple compasión, dando la sensación de que los guionistas priorizaron tener un rostro femenino conocido antes que construir una personalidad verdaderamente impactante. Asimismo, la química entre Johansson y Jonathan Bailey resulta forzada, transmitiendo la impresión de que los actores tuvieron poco tiempo para construir una conexión realista en pantalla, lo que deja su relación poco definida incluso hacia el final del filme.
Mahershala Ali, como Duncan Kincaid, el jefe del equipo de Bennett, entrega una actuación carismática, firme y confiable, pero recae en estereotipos, representando el clásico rol del hombre duro por fuera, pero sensible por dentro, haciendo que su interpretación se perciba repetitiva respecto a otros personajes del género. Jonathan Bailey, como el Dr. Henry Loomis, aporta frescura y entusiasmo, encarnando al típico fanático de los dinosaurios, y, a diferencia del Dr. Alan Grant interpretado por Sam Neill en la cinta original, Loomis sí transmite credibilidad como paleontólogo, aunque su personaje cae en clichés del cine de aventuras y, en su idealismo, llega a sentirse por momentos demasiado caricaturizado.

Por su parte, Rupert Friend interpreta al villano Martin Krebs, un ejecutivo farmacéutico obsesionado con el ADN de los dinosaurios. Aunque representa bien la codicia y el complejo de salvador característicos de varios antagonistas de la saga, su interpretación no logra ir más allá, faltándole un toque distintivo que le permita destacar. Finalmente, la familia Delgado, interpretada por Manuel García Rulfo, Luna Blaise, David Iacono y Audrina Miranda, cumple con brindar empatía y conexión, pero su historia parece más adecuada para otra película o incluso para una serie de televisión.
El intento de fusionar nostalgia con innovación es otro golpe duro para la producción. A pesar del esfuerzo de David Koepp por mantener la esencia original en un contexto moderno —como el retrovisor roto o el uso de bengalas—, la película pierde identidad propia, dejando la sensación de que su existencia responde más a un interés comercial por exprimir la franquicia que a una verdadera necesidad creativa, evidenciando el temor del estudio por salir del molde del pasado y arriesgarse con ideas realmente innovadoras.

Finalmente, aunque cuenta con una estructura narrativa funcional, el filme falla al no mantener un desarrollo coherente de los acontecimientos, haciendo que, en su afán por contar una historia atractiva, genere inconsistencias, como la inexplicable supervivencia de Duncan o escenas que no aportan al relato, como la pérdida personal de Zora. Además, la decisión de dividir la historia en dos tramas que luego se unifican en el clímax afecta el desarrollo general, dispersando la atención del público y generando una competencia innecesaria entre ambas líneas argumentales por captar el interés de la audiencia.
Jurassic World: Rebirth es una entrega que entretiene, pero no impresiona. Su esfuerzo por mantener viva la franquicia resulta evidente, pero las fallas en el desarrollo de personajes, el temor a innovar y un guion desordenado impiden que esta película se eleve a la altura de sus predecesoras, haciendo que aquello que podría haber sido un renacimiento memorable, termine siendo solo un capítulo más, funcional para pasar el rato, pero incapaz de dejar huella en la memoria del espectador. Es una producción que cumple lo justo, pero que difícilmente será recordada dentro del canon jurásico.
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