Cine en la mira: El alto costo de desafiar el régimen iraní
- Deyvid Hernandez
- 5 mar
- 3 Min. de lectura

Un tribunal de Teherán ha llevado a juicio a los directores de cine Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha por presunta "propaganda contra el regimen". La libertad de expresión ha sido una de las mayores conquistas del pensamiento moderno, permitiendo a los ciudadanos plasmar sus ideas sin temor a represalias. Como reflejo de la sociedad, el cine ha sido una herramienta clave para cuestionar el poder y visibilizar realidades en sistemas opresivos, desafiando las normas establecidas e instigando a la apertura de debates que nos permiten seguir evolucionando en el entorno social. Sin embargo, en pleno siglo XXI, aún persisten regímenes que reprimen la disidencia castigándola con severidad, a pesar del avance en materia de derechos humanos, con ejemplos como el encarcelamiento del director Jafar Panahi, el cual a día de hoy aún continua tras las rejas en Irán, o la censura de películas estadounidenses en el mercado chino, reflejando la manera en que algunos gobiernos buscan sofocar el arte que desafía su narrativa oficial.

En esta ocasión, Irán vuelve a ser el centro de la polémica por violaciones de derechos humanos con el reciente caso de los cineastas Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha, junto a su equipo creativo, quienes enfrentan un proceso judicial en el país islámico por difundir supuesta propaganda contra el gobierno usando como medio su más reciente película, My Favorite Cake, una obra que ha sido catalogada por las autoridades locales como una amenaza al orden establecido. El juicio, iniciado el pasado sábado 1 de marzo de 2025, está encabezado por el juez Iman Afshari del Tribunal Revolucionario de Teherán, quien acusa a los directores, al productor Gholamreza Mousavi, a los actores Lili Farhadpour y Esmail Mehrabi, y a uno de los directores de fotografía del filme, de atentar contra las normas del régimen iraní, producción y distribución de material considerado obsceno, ofensa a la moral pública y proyección de la película sin la licencia requerida, cargos que los expertos opinan están infundamentados.

My Favorite Cake cuenta la historia de Mahin, una viuda de 70 años que, tras la muerte de su marido, se propone a desafiar las expectativas impuestas por su entorno tradicional, buscando brindar mayor importancia del papel de la mujer en la sociedad iraní, más allá de ser amas de casa y esposas obedientes, todo ello envuelto en un tono de tragicomedia, el cual aborda las necesidades románticas e íntimas de la protagonista, algo que choca directamente con los valores ultraconservadores de la dictadura. Además de la premisa, cabe resaltar que el film también ha causado polémica por mostrar a sus personajes femeninos sin el hiyab, una prenda obligatoria dentro de Irán.
Respecto del juicio, cabe mencionar que este es el punto culminante de una serie de medidas represivas que el gobierno ha aplicado contra la película en su intento de frenar su difusión. De acuerdo con Sanaeeha, el Estado ha intervenido bruscamente desde que la cinta se encontraba en fase de posproducción en el año 2023, utilizando medios como la confiscación de los pasaportes de los dos directores, la incautación de material de la casa de un editor, la prohibición de trabajar en nuevos proyectos y la detención de los realizadores desde diciembre de 2024 en la prisión de Evin, Teherán.

Ante esta situación, la comunidad cinematográfica internacional ha manifestado su rechazo. Más de 3000 figuras del cine, incluyendo Pedro Almodóvar, Isabel Coixet y Ali Abbasi, han firmado una petición exigiendo la retirada de los cargos y la liberación de los cineastas en una iniciativa que ha sido impulsada por la Coalición Internacional por los Cineastas en Riesgo y la ONG Agencia Noticias de Activistas de Derechos Humanos de Irán, organismos que buscan proteger la libertad artística en regímenes autoritarios.
Es lamentable que en pleno siglo XXI, tras más de dos mil años de evolución, la censura siga siendo un arma de represión en algunos países. La libertad de expresión es un derecho fundamental, y resulta inaceptable que los artistas sean criminalizados por desafiar estructuras caducas e imponer nuevas narrativas en territorios como Irán, una nación que, en su intento de sofocar cualquier disidencia, demuestra una vez más su rechazo al progreso y castiga con crudeza a sus talentos quienes, con valentía, deciden contar historias incómodas para el poder contribuyendo a una conversación global sobre justicia, igualdad y derechos humanos.
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