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Cine sin arrugas: El séptimo arte y su rechazo a envejecer

  • Foto del escritor: Deyvid Hernandez
    Deyvid Hernandez
  • 6 may
  • 3 Min. de lectura

En Hollywood, una industria donde la juventud es celebrada y la vejez rechazada, cumplir años parece ser más una sentencia que una celebración.


En 2024, Coralie Fargeat brindó al mundo su más reciente y perturbador filme: La Sustancia, película que cuenta la historia de una veterana actriz que es expulsada de la industria por no ser joven, y a pesar de que puede parecer una exageración, en realidad es un grito velado a una amarga realidad que Hollywood ha intentado maquillar durante muchos años: la marginación sistemática de sus estrellas una vez alcanzan la vejez.


Aunque aún vemos a nombres como Anthony Hopkins, Harrison Ford o Robert De Niro protagonizando películas populares, esta visibilidad puede resultar engañosa. El fenómeno del ageismo —la discriminación por edad— ha sido un fantasma persistente en la industria cinematográfica desde sus inicios, teniendo una gran afluencia a partir de la década de los 60 cuando interpretes como Gene Tierney, considerada una de las actrices más talentosas y bellas de su tiempo, fue relegada a papeles menores antes de llegar a los 40, e incluso leyendas como Kirk Douglas no fueron la excepción, quién con 53 años, además de una carrera llena de éxitos, tuvo que mudarse a la televisión para seguir vigente. Estos ejemplos tempranos revelan una inquietante precaución de Hollywood ante el envejecimiento de sus figuras, una tendencia que hoy se agudiza, con un escaso 27% de los papeles destinados a actores mayores de 60 años, según un estudio de la Universidad de Carolina del Sur.

Si esas cifras ya son alarmantes, la situación es aún más crítica para las mujeres. De acuerdo con la encuestadora Real Research, el 51% de las actrices mayores de 60 años se encuentran desempleadas, mientras que un 35% gana menos de 1000 dólares por proyecto, estadísticas que, según el informe, se atribuyen en gran medida a la implacable presión por mantener los estándares de belleza impuestos por la industria del entretenimiento, donde la juventud es sinónimo de valor y la madurez es vista como una desventaja, siendo muy pocas las intérpretes que logran evadir este fatídico destino como Meryl Streep o Helen Mirren que más que eludir el prejuicio, fundamentan su estadía en la construcción de carreras tan sólidas que ni la edad pudo empañarlas.


Ahora, en este punto surge una pregunta lógica: ¿cómo se explica entonces la continua presencia de Harrison Ford, Sylvester Stallone o Robert De Niro en roles estelares de grandes producciones? La respuesta está en el poder de la nostalgia. De hecho, el mismo estudio de Real Research reveló que un 53% de los espectadores se siente más inclinado a ver una producción si incluye a una estrella veterana en su elenco principal, siendo también el peso cultural de estas estrellas la razón detrás de su presencia en la gran pantalla. Sin embargo, estas cifras solo benefician a un puñado de leyendas, ya que otros iconos como Mel Brooks, Brendan Fraser o el fallecido Carl Weathers, han tenido que experimentar en carne propia esta exclusión viéndose forzados a participar en proyectos independientes, animados o series de televisión en busca de revitalizar sus carreras, demostrando que esta tendencia no discrimina género.

Afortunadamente, en este panorama desolador, surge un rayo de esperanza en el mundo de la televisión. A diferencia del cine, la pantalla chica se muestra más receptiva a los actores de mayor edad, sin importar el paso del tiempo, demostrando en su caso que las producciones protagonizadas por artistas senior han generado un notable éxito de audiencia y ganancias en plataformas de streaming como Netflix, tal como lo evidencian series aclamadas como Grace and Frankie (2015) u Only Murders in the Building (2021), convirtiéndose así la pantalla chica en un refugio y, al mismo tiempo, una nueva oportunidad para quienes el cine decidió jubilar antes de tiempo.


Para concluir, podríamos decir que el cine, como arte e industria, tiene una deuda con sus veteranos, sin embargo, en su obsesión por lo joven, lo estético y lo viral, ha ignorado el valor de la experiencia, la profundidad actoral y la historia viva que representan los intérpretes mayores, creando un fenómeno que no solo es una injusticia profesional, sino también una pérdida creativa que empobrece las narrativas, por ello, si Hollywood verdaderamente aspira a ser reflejo de la condición humana, entonces es momento de que desista de su búsqueda de rostros perfectos y abrace la belleza y el talento que florecen con el tiempo, reconociendo que las arrugas en el rostro son solo un testimonio de una vida dedicada al más bello de los artes.

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