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¿Placer o tortura? La tendencia de las películas interminables en el cine moderno

  • Foto del escritor: Deyvid Hernandez
    Deyvid Hernandez
  • 7 mar
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 mar

El séptimo arte ha cambiado con el tiempo, brindándonos épicas extensas que redefinen la experiencia cinematográfica, pero ¿es esto una evolución o una estrategia comercial?


¿Has sentido que las películas duran más últimamente? No es solo una percepción, es una realidad. La duración promedio de los estrenos actuales ronda los 138 minutos como mínimo, y la tendencia sigue en aumento, con casos recientes como Avengers: Endgame (181 minutos), Oppenheimer (180 minutos) o The Brutalist (215 minutos), demostrando que esta tendencia, la cual desafía la paciencia del espectador, ha llegado para quedarse. Aunque muchos piensan que esta responde a los nuevos gustos de la audiencia e incluso a la libertad creativa que los cineastas modernos han ido demostrando, la razón principal tiene que ver con la competencia con su más fuerte rival: la televisión. Para entender mejor este fenómeno, tenemos que saber que la fiebre del metraje extendido no es una novedad, de hecho, tiene sus orígenes en los años 50 con el auge de la televisión, una época en la que el séptimo arte enfrento una de sus más grandes crisis: el 80% de los hogares en EE.UU. tenían televisores, lo que significaba menos espectadores en las salas, ya que, al ofrecer entretenimiento al alcance dentro de sus residencias, el público vio innecesario asistir a los cinemas. Ante esta situación, Hollywood respondió con producciones de gran duración como Los diez mandamientos (231 minutos) y Ben-Hur (212 minutos), películas que no solo ofrecían historias más largas, sino que también usaban tecnologías innovadoras como el CinemaScope y el color, ofreciendo una experiencia única que la televisión de la época no podía igualar.

Gracias a este plan, en las siguientes dos décadas, el cine volvió a tomar su lugar dentro del mundo del espectáculo y con filmes de larga duración como El Padrino (177 minutos) y La Naranja Mecánica (136 minutos), lograron encontrar la forma de mantener a los espectadores visualizando por horas mientras disfrutaban de contenido excepcional, una fórmula que les funcionó exitosamente hasta inicios de los 80 cuando el VHS llego a irrumpir escena, dándoles a la televisión y el cine grandes beneficios económicos mutuos, pero limitando a este último a ajustar sus producciones a un límite de dos horas para encajar en las cintas caseras y la programación televisiva, siendo esta la tecnología vanguardista que detendría la guerra por la atención del usuario durante los siguientes 20 años.

Con la llegada del streaming a mitades de la década de los 2000, la "paz" entre ambas industrias llegaría a su fin, dándose su ruptura definitiva cuando plataformas como Netflix comenzaron a utilizar la antigua estrategia cinematográfica a su favor para crear contenido original de mayor duración, obligando a las productoras a retomar su táctica de ofrecer experiencias únicas e irrepetibles en la pantalla grande, dando como resultado cintas sumamente exitosas como Avatar (162 minutos) o El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (201 minutos), las cuales demostraron que, si la historia era lo suficientemente envolvente, el público estaba dispuesto a pagar por una experiencia prolongada.

El boom definitivo del largo formato finalmente se daría con la pandemia. Con las salas cerradas, las plataformas de streaming y las productoras apostaron por films más largos para mantener al espectador cautivo en casa, logrando que, incluso cuando esta llego a su fin, la tendencia se mantuviera hasta hoy en día, consolidando éxitos como Killers of the Flower Moon (206 minutos) y Everything Everywhere All at Once (140 minutos).


Ahora bien, ¿es realmente positivo este cambio? La verdad es que no hay una respuesta definitiva, ya que, si bien las métricas reflejan que algunas películas largas han sido taquilleras, otras han fracasado estrepitosamente, tales como Blonde (166 minutos) o Megalópolis (140 minutos), las cuales con una historia poco atractiva sumada a una duración excesiva no lograron conectar con el público, por ello, si un rodaje apuesta por una gran extensión, debe asegurarse de que la historia sea lo suficientemente cautivadora para mantener el interés del espectador.

La tendencia de las películas de larga duración no es nueva, pero ha resurgido con fuerza en la última década debido a la competencia con el streaming junto con los intereses de consumo audiovisual y, aunque este formato permite explorar narrativas más detalladas, también plantea un serio desafío: mantener la atención del espectador, evitando que la extensión se convierta en un obstáculo. Ante este panorama, es probable que en el futuro las salas de cine adopten estrategias como intermedios o pausas comerciales, similares a las de la televisión, para evitar el agotamiento del público u otros posibles efectos negativos en la salud por el sedentarismo, sin embargo, lo que si es seguro es que las películas largas han llegado para quedarse, y el reto ahora es encontrar el equilibrio perfecto entre duración y entretenimiento.



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