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¿Inclusión forzada o diversidad mal ejecutada? Desmontando un mito en el cine

  • Foto del escritor: Deyvid Hernandez
    Deyvid Hernandez
  • 24 sept 2024
  • 4 Min. de lectura

El cine es probablemente uno de los recursos más valiosos que tenemos los humanos para transmitir y abordar nuestra cultura universal en la actualidad. Como herramienta social, este ha presentado con el pasar de los años una notable transformación caracterizada por la diversificación de personajes que buscan representar a grupos minoritarios, haciendo énfasis en las oportunidades para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la activa participación de estas figuras en la pantalla grande.

No obstante, en medio de esta evolución en el campo audiovisual, aún hay gente que se opone al cambio y da paso a que aparezcan conceptos como la mal llamada “inclusión forzada”, un término acuñado directamente de las comunidades en Internet, que promulga que la representación de las minorías en el séptimo arte está ligada con un tema de obligación por parte de las productoras y ejecutivos para satisfacer unos determinados intereses culturales.

Esta idea, que para muchos cinéfilos tiene lógica con casos como el de la actriz Halle Bailley quien, en 2023, interpretó el papel de Ariel en la versión live action de La Sirenita, en realidad está fundamentada bajo un grave problema que ha venido haciendo eco desde hace varios años en la industria que es “la exclusión normalizada”, es decir, el ideal conservador de que las cosas deben ser tal como la sociedad lo estipula, razón por la cual, miles de fanáticos alzaron su voz en redes sociales cuando Disney presento a la amada sirenita Ariel como un personaje de tez oscura, un hecho que se vuelve irónico al saber que ni en el propio libro de Christian Andersen (del cual se basa tanto la película animada como la versión en vivo) se nos menciona que la protagonista sea de tez clara y cabello rojizo.

Ahora, añadido a esa problemática, surge otro inconveniente como lo es la diversidad mal ejecutada o tokenismo, una práctica en la que se hace participación de colectivos minoritarios, pero solo de manera simbólica o superficial, sin llegar a desarrollar en el personaje una historia que sea relevante a la narrativa que se está contando. Ello, a su vez, conlleva otros líos como los estereotipos reforzados, una estructura con poca profundidad emocional y falta de autenticidad, lo que se traduce en un producto poco atractivo para las audiencias que seguramente será un fracaso de taquilla.


Para explicar mejor el anterior punto, podemos hablar de cómo este error está presente en miles de producciones, dando algunos típicos "papeles" como lo son:

  • “El amigo negro”: Personaje afrodescendiente cuya única función es ser compañero del protagonista blanco. Ejemplo: Don Cheadle como James Rhodes a lo largo del MCU, teniendo pocas participaciones relevantes en las diferentes tramas de este universo cinematográfico.

  • “La mujer fuerte unidimensional”: Personaje femenino con grandes fortalezas, fuerte y empoderada, pero que queda relegada a un segundo plano ante personajes masculinos. Ejemplo: Gal Gadot como Wonder Woman en el DCEU (a excepción de las películas propias de la heroína).

  • “El homosexual extravagante”: Personaje de la comunidad LGBTQ+ que se comporta de forma extrovertida, le encanta la moda y muchas veces juega el papel de villano. Ejemplo: Rupert Everett como Drew en The Next Best Thing (2000).

  • El latino peligroso”: Personaje latinoamericano asociado con el mundo del crimen. Ejemplo: Danny Trejo en la mayoría de sus actuaciones.

  • “El asiatico inteligente”: Personaje asiático representado como un genio de la informática, las matemáticas, las ciencias o las artes marciales. Ejemplo: Pat Morita como el Sr. Miyagi en Karate Kid (1984).


Entonces, ¿cómo hacer una inclusión verdaderamente efectiva? Bueno, para que esto se logre es necesario que se tengan en cuenta tres ideas:

  1. La diversidad es algo completamente natural que hace parte de nuestra condición humana. Como sociedad, estamos compuestos por individuos de orígenes, opiniones e identidades variadas. Es fundamental que las representaciones culturales, como el cine, reflejen esta realidad a través de la inclusión.

  2. Si bien es crucial fomentar la igualdad en todas las obras de cine, es igualmente importante considerar el contexto histórico de cada film. Películas basadas en hechos reales, como Oppenheimer (2023), deben respetar la época en la que se desarrollan con sus respectivas limitaciones sociales y culturales, ya que, intentar imponer estándares de equidad actuales a una narrativa ambientada en el pasado puede resultar en una representación históricamente inexacta.

  3. Cuando se decide incluir personajes pertenecientes a minorías en una producción, es esencial que estos sean desarrollados con la misma profundidad y complejidad que cualquier otro. Un personaje secundario o terciario, si está bien construido, puede enriquecer significativamente la narrativa y aportar valor a la obra.


La inclusión en el cine no debe ser algo superficial que se hace solo con el objetivo de cumplir un “estándar”, por el contrario, es una oportunidad para contar historias con un trasfondo innovador. En lugar de hablar de inclusión forzada, se debería centrar en promover una representación artística auténtica que enriquezca las narrativas, conecte con el público, no caiga en clichés ni estereotipos y trascienda mucho más allá de una simple imagen, siendo capaz de incluso dar voz a aquellos que durante muchos años la sociedad ha procurado mantener en un perfil bajo.

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