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Más allá de la fe: Cónclave, una muestra sobre el lado oculto del Vaticano

  • Foto del escritor: Deyvid Hernandez
    Deyvid Hernandez
  • 20 mar
  • 5 Min. de lectura

Cuando las puertas se cierran, la devoción se convierte en fachada y confiar en la persona equivocada es el verdadero pecado.


Durante más de 2000 años, la Iglesia Católica se ha consolidado como la institución religiosa más influyente del mundo, con aproximadamente 1390 millones de fieles y 470.000 clérigos a nivel global. Su doctrina se fundamenta en principios como el amor, el servicio desinteresado, la solidaridad, la igualdad y la humildad, definida por la institución como la capacidad de mantenerse dentro de los propios límites sin aspirar a lo superior.


A pesar de estos preceptos, la Iglesia no ha estado exenta de controversias que han empañado su nombre a lo largo de la historia: abusos sexuales a menores, asesinatos dentro de la propia institución, acusaciones de corrupción, disputas internas y luchas de poder, actos que son la base de Cónclave, el nuevo thriller psicológico de Edward Berger, que en 140 minutos expone la ambición como reflejo del lado más egocéntrico de la humanidad.

La trama sigue a Thomas Lawrence, decano del colegio cardenalicio, a quien se le encomienda la tarea de liderar el cónclave tras el fallecimiento repentino del Papa. Durante este encierro, donde se elige al nuevo sucesor de San Pedro, Lawrence descubre que los altos jerarcas de la Iglesia no son tan santos como aparentan, por lo cual, a medida que la tensión aumenta, se desatará una conspiración que amenaza con sacudir los cimientos de la Iglesia, mientras un secreto del difunto pontífice podría cambiarlo todo para el cardenal británico. Lo bueno El tres veces nominado al Oscar, Ralph Fiennes, ofrece una interpretación magistral como el cardenal Thomas Lawrence. Su personaje, a la vez dócil e ingenioso, desafía la percepción tradicional del decano del colegio cardenalicio, mostrándolo con miedos, inseguridades y una astucia que le permite afrontar sus dilemas internos. Fiennes, a su vez, logra dotarlo de un aire similar al de Sherlock Holmes sin perder la esencia eclesiástica, sumergiendo al espectador en la complejidad de su mente y haciendo justicia a la obra de Richard Harris en la que se basa el filme. John Lithgow, por su parte, encarna de manera impecable al cardenal Tremblay, un antagonista que resulta detestable en el mejor sentido de la palabra. Su personaje es hipócrita, estratégico y manipulador, ocultando su verdadera naturaleza tras una fachada de humildad. Lithgow consigue que Tremblay no solo sea un villano formidable, sino que también represente la corrupción inherente de la naturaleza humana, dotándolo de una astucia malévola que no solo lo convierte en una amenaza para Lawrence, sino para toda la jerarquía eclesiástica, consolidándose como uno de los antagonistas más memorables del cine reciente.

Asimismo, el debut del mexicano Carlos Diehz como el cardenal Benítez también merece reconocimiento, no solo porque logra hacer de su personaje una fuente de unión con su personalidad bondadosa, despreocupada, amigable y perspicaz, sino también porque su interpretación se erige como un faro de esperanza en medio de la oscuridad del cónclave, aportando un contraste refrescante entre sus compañeros y sugiriendo en cada acción o discurso la posibilidad de que la Santa Sede tenga salvación de sus pecados.


Otro intérprete a destacar es Sergio Castellitto, quien, en el rol del cardenal Tedesco, logra una interpretación enigmática y volátil, dotando a su personaje de una presencia inquietante similar a la de Michael Corleone en The Godfather. Aunque su participación es menor en comparación con la novela, su actuación consigue mantener al espectador en vilo, demostrando que el peligro no siempre es ruidoso.

En los aspectos técnicos, es de admirar como la iluminación, la ambientación y la música se combinan a la perfección para crear escenarios inmersivos que influyen en la psique del público, aprovechando los matices oscuros en su narrativa para generar intriga o dándole un toque lúgubre a la Capilla Sixtina para darnos la impresión de estar atrapados con los cardenales en el sufragio electoral, todo ello acompañado por las melodías de Volker Bertelmann que elevan la tensión en cada toma. Del mismo modo, el trabajo realizado por el equipo de diseño de vestuario logra recrear a la perfección la indumentaria eclesiástica, evidenciando un exhaustivo trabajo de investigación para garantizar la autenticidad visual. Por último, la trama en general es atractiva y dinámica, aunque recae en momentos extensos de diálogo que pueden llegar a hacer perder la atención de la audiencia, sobre todo aquellos instantes en que el filme decide hacer mezcla del latín, el italiano y el inglés para tratar de brindar una experiencia inmersiva que si bien es acertada, en exceso hace que haya ciertos tropiezos de la narrativa, no obstante, la cinta compensa sus falacias con personajes bien construidos, un ambiente audiovisual que hipnotiza gracias a su excelente composición conjunta y momentos que llevan la adrenalina al siguiente nivel. Lo malo Pese a su solidez estructural y los premios obtenidos, Cónclave presenta ciertas deficiencias que, aunque mínimas, pueden afectar la experiencia del espectador.


Para empezar, podemos mencionar que el mayor problema son las actuaciones de Stanley Tucci y Brian O'Byrne como el cardenal Bellini y Monseñor O'Malley respectivamente, brindando interpretaciones con poca relevancia dentro de la historia, además de personalidades que no logran destacar en pantalla como deberían. Por el lado de Tucci, su rol como el obispo italiano no logra capturar la esencia al completo del material original, en el que si bien emula su temperamento inestable y su actitud controladora, carece del carisma que en el libro le permite ser al inicio un fiero contendiente, quedando relegado a un segundo plano en la cinta a medida que esta sigue su curso. O'Byrne, por su parte, es de resaltar como logra una sinergia única con Fiennes que, más que demostrar que es su asistente, permite apreciarlo como un confidente, dándole de esta forma un aspecto más sobresaliente, aunque fallando en captar la naturaleza divertida del capellán irlandés que lo hace un personaje singular dentro del estresante clero religioso.

En cuanto al desarrollo argumental, el ritmo es inconsistente, alternando entre momentos de aceleración abrupta y otros de excesiva lentitud, una irregularidad la cual sugiere cierta falta de cohesión en la planificación de la historia, afectando la capacidad del espectador para asimilar la carga emocional de la historia.


Finalmente, aunque la fidelidad al libro es admirable, la adaptación de algunos diálogos genera problemas. Al trasladar fragmentos íntegros de la novela, en ocasiones la perspectiva narrativa resulta incoherente, dado que el libro está escrito en tercera persona y el filme adopta el punto de vista de Lawrence, lo que provoca confusión en ciertos momentos clave de la trama.

Conclave se erige como un thriller psicológico que, a pesar de sus imperfecciones, ofrece una visión profundamente compleja del poder y la fe. Combinando actuaciones excepcionales, una dirección meticulosa y una atmósfera envolvente, la cinta logra construir una historia intrigante sobre el lado poco conocido de la Iglesia Católica para demostrarnos que la ambición es una parte inherente del ser humano, recalcando las propias palabras del autor Richard Harris quién opinaba sobre el libro que es una "clara metáfora de como el poder es de Dios, pero la codicia es del hombre" y otorgándonos de esta forma una de las propuestas cinematográficas más impactantes del año, invitándonos a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza a través de los ojos de 108 almas en los muros del Vaticano.

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