Thunderbolts*: La tormenta que Marvel necesitaba
- Deyvid Hernandez
- 12 may
- 4 Min. de lectura

A veces, salvar el día no depende de los mejores, sino de los más rotos, ruidosos e improbables antiheroes.
Cuando piensas en un equipo unido, poderoso e invencible… probablemente no pienses en los Thunderbolts. De hecho, lo más común entre ellos no es el compañerismo, sino los traumas del pasado, su historial cuestionable y, quizá, la posibilidad de encontrarlos enfrentándose entre sí. A pesar de ello, es precisamente esa mezcla de inadaptados lo que convierte a este grupo en los salvadores que Marvel no sabía que le hacían falta. En una de sus apuestas más arriesgadas de los últimos años, el estudio logra una cinta que equilibra acción trepidante con tensión emocional, llevando el género de superhéroes a un territorio más maduro, oscuro y fascinante.
Con los Vengadores fuera del panorama y el mundo sumido en el caos, surgen nuevos desafíos que no pueden enfrentarse con ideales, sino con fuerza bruta. Es allí donde aparece una amalgama de personajes que, luchando contra sus demonios internos, se alzan como la nueva esperanza de la humanidad: Yelena Belova, ex asesina de la Habitación Roja; James "Bucky" Barnes, ex Soldado de Invierno; Alexei Shostakov/Red Guardian, la versión soviética del Capitán América; Antonia Dreykov/Taskmaster, una asesina de precisión mimética; Ava Starr/Ghost, una mercenaria con poderes de intangibilidad; John Walker/U.S. Agent, un supersoldado caído en desgracia, y Bob Reynolds, un individuo completamente enigmático. Sin embargo, antes de poder salvar el planeta, deberán aprender a convivir entre ellos y descubrir qué significa realmente ser un equipo, si quieren evitar que una amenaza interna los destruya desde dentro.

Uno de los mayores aciertos de la cinta es, sin duda, la composición en pantalla del grupo, ya que la química entre los personajes no solo funciona, sino que se convierte en el corazón de la película. Sus relaciones recuerdan a una familia disfuncional, similar a la de los Guardianes de la Galaxia, y cada integrante recibe su propio momento, arco y peso en la narrativa, demostrando que todos son indispensables para el correcto funcionamiento del escuadrón. En consecuencia, las secuencias de combate alcanzan una coreografía notablemente fluida, en la que cada golpe y movimiento se sienten auténticos, logrando que el espectador perciba el riesgo real de la misión, además de demostrar un nivel de entrega y cohesión que Marvel no conseguía desde Avengers: Endgame (2019).
Las actuaciones también son un punto destacado. Si bien, por necesidades del guion, algunas interpretaciones sobresalen más que otras, el desempeño del elenco principal es impecable. Cada personaje transmite una dualidad que expone no solo sus heridas emocionales, sino también su humanidad, permitiendo que la audiencia conecte con sus historias y se vea reflejada en alguno de ellos.

Yelena, interpretada por la nominada al Oscar Florence Pugh, deslumbra en escena con su personalidad sarcástica, fuerte y temeraria, al mismo tiempo que deja ver su vulnerabilidad y soledad, conformando un personaje que va más allá del simple empoderamiento femenino. En su actuación, Pugh logra además distanciar a su personaje de la sombra de Natasha Romanoff, demostrando que no está para reemplazar a nadie, sino para forjar su propio legado como líder del grupo.
Lewis Pullman como Bob/Sentry es una grata revelación al construir un personaje de enorme complejidad. A pesar de ser quizá uno de los seres más poderosos del UCM, también es uno de los más quebrados psicológicamente. Su interpretación equilibra una ingenuidad casi infantil con una tristeza demoledora, encarnando el riesgo latente que implica la inestabilidad emocional en alguien con habilidades descomunales. Sebastian Stan, por su parte, entrega la que podría considerarse su mejor interpretación como Bucky, dejando atrás al atormentado Soldado de Invierno para dar paso a una figura más introspectiva, humana y emocionalmente disponible, sin perder la firmeza que lo caracteriza.

David Harbour como Red Guardian aporta una mezcla acertada entre humor y madurez, convirtiéndose en un alivio cómico funcional y en una figura paternal inesperada que ofrece momentos de heroísmo genuino. Wyatt Russell, como John Walker/U.S. Agent, se redime por completo de su rol en Falcon y el Soldado del Invierno, transformando a su personaje de detestable a entrañable gracias a un arco de redención convincente y un carisma irónico que lo humaniza profundamente.
Hannah John-Kamen como Ghost, pese a su escasa participación en diálogos, impone una presencia intrigante, dando vida a un personaje frío y distante que, aunque contrasta con la energía del equipo, lo equilibra con su estilo sobrio y reservado. Por último, Julia Louis-Dreyfus como Valentina Allegra de Fontaine rompe con el arquetipo clásico de mentor al estilo Nick Fury, ofreciendo una figura ambigua, manipuladora y corrupta que, lejos de resultar molesta, se convierte en un personaje imposible de ignorar.

A nivel narrativo, Thunderbolts* sobresale dentro del universo Marvel al mantener una estructura bien balanceada. A diferencia de producciones como Thor: Love and Thunder (2022) o Doctor Strange in the Multiverse of Madness (2022), evita el humor fuera de lugar que arruina momentos de tensión, emplea el CGI con criterio, dosifica la acción de manera eficiente y apuesta por un desarrollo emocional sólido que no sacrifica el espectáculo, todo esto respaldado por un montaje dinámico y una ambientación cuidada que imprimen al filme un tono de thriller, sin perder la esencia del universo Marvel.
Sin embargo, y a pesar de su notable ejecución, la cinta no está exenta de fallos. Su mayor debilidad es el cierre, que resulta apresurado en comparación con el desarrollo previo. La narrativa, que venía avanzando con solidez, se precipita en su tramo final, acelerando el desenlace y restando impacto a la batalla culminante. Esta decisión genera la sensación de que el equipo creativo quiso cerrar el relato antes de tiempo, dejando a la audiencia con la impresión de que la historia tenía más por ofrecer, ya sea con una duración más extensa o incluso una secuela inmediata.

Por ello, en términos generales, Thunderbolts* no es perfecta, pero se posiciona como una de las entregas más consistentes y valientes del UCM en años recientes. No necesita cameos espectaculares ni efectos deslumbrantes para captar la atención: le basta con una narrativa sólida, actuaciones comprometidas y una exploración profunda de personajes rotos pero decididos a hacer el bien. Es una película que eleva el género al recordar que ser héroe no siempre implica tener una moral intachable, sino levantarse una y otra vez a pesar de los errores, el dolor y el caos. Y si eso no es suficiente para considerar a este escuadrón como verdaderos salvadores, entonces quizá no estamos entendiendo del todo lo que significa llevar una capa en tiempos de crisis.
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